Viajar para huir de prejuicios

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Cuando llego a un lugar, quiero ver su esencia. Su identidad. Su alma. Después de 6 meses aquí, puedo decir que República Dominicana es un país sumamente carismático. Por la manera de ser de su gente, sus costumbres, sus gustos y por su singularidad. No obstante, creo que, en parte, en el imaginario colectivo de España este país destaca por dos cosas: sus bonitas playas, y su escaso desarrollo. Pero cuando lo ves y vives de cerca, la realidad es mucho más compleja. 

Tanto el “ya te imagino bajo el cocotero” como el “cuidado que no te saquen la pistola” son ejemplo de lo que me decía la gente las semanas antes de llegar al país. Así pues, si el prejuicio sobre RD–siempre existe para aquello desconocido- fuera una moneda, tendría estas dos caras.

Pero hoy vengo a hablar de la realidad, o realidades, del país. O, al menos, de mi percepción de ella. ¿Hay playas hermosas? Rotundamente sí. ¿Hay zonas poco desarrolladas? Por supuesto. ¿Se puede generalizar con esas descripciones y aplicarlas a todo el país? No creo que sea justo. Hay playas, pero también grandes cimas, ríos, dunas y extensas urbes. Hay zonas con precariedad, pero otras en las que tener sirvienta -y lo escribo en femenino porque es lo habitual en el país- es lo común.

Al plantearme visitar República Dominicana sabía que podría descubrir aquello que va más allá de los prejuicios, conocer sus matices y aquello que la distingue. Descubrir cuales son aquellas características y aquellos lugares auténticos que dan personalidad a esta nación. Y es que pasarse una semana en un resort de pulserita no te permite conocer el país. No digo que no sea una actividad placentera y que, de vez en cuando, para aquel que pueda permitírselo, merezca la pena para darse un homenaje. Pero si tu espíritu es viajero, tendrás la necesidad de conocer más, de aprender sobre cómo vive la gente, de adentrarme en sus costumbres. Si no sales de tu resort en República Dominicana, ¿Qué diferencias habrá entre tu experiencia en RD y la de alguien que se hospede en un resort de México? Muy poca.

Podríamos entrar a valorar los servicios del hotel, las especialidades gastronómicas y la calidad de la playa en la que esté ubicado. Aparte de eso, poco más. No diré que este tipo de viaje no constituye la realidad del país, porque gran parte de la actividad económica de República Dominicana se basa en el turismo; pero si de identidad hablamos, es difícil construir una percepción clara de este lugar únicamente con una experiencia “todo incluido”. De hecho, la representación habitual de playa caribeña que nos viene a la mente es más difícil de encontrar si optas por el macro turismo. Dicho de otro modo: puedes llegar a RD con la idea preconcebida de que “solamente” hay playas de postal, y decides reservar un resort en el que la arena de la playa que soñabas está llena de sombrillas y tumbonas ocupadas por cientos de personas como tú.

La otra cara de la moneda, en lo referente a prejuicios, es la impresión que algunos tienen de que el país es de gran peligrosidad y pobreza. Si hablamos de Santo Domingo, es evidente que hay que ir con precaución y evitar acercarse a determinadas zonas. Lo cierto es que cuando llegué me impresionaron los contrastes de esta ciudad -y del país en general-. Puedes estar cruzando una vía de grandes casas y edificios lujosos, y dos calles más allá, sin darte cuenta,
estás metido en un barrio de escasos recursos. Como en toda gran ciudad, hay que tener sentido común. A menudo siento que desde Europa la gente imagina América Latina como el epicentro de la delincuencia, del mismo modo que muchos latinoamericanos idealizan Europa en términos de seguridad. He hablado con muchos dominicanos que han viajado a España, y muchos otros que tienen pensado hacerlo en un futuro. Hay mucha conexión entre RD y España debido a la historia que comparten -en otro artículo, profundizo más en este tema-. El caso es que un amigo con el que he compartido grandes vivencias en este país me contó que el año pasado visitó Barcelona y lo atracaron. Ironías de la vida. Un chico procedente de la “delincuente América Latina” atracado en la “segura e idílica Europa” -nótese el sarcasmo-. Nada es blanco o negro. Toda creencia, cuando se aplica a la realidad, se relativiza. Por eso los viajes son la mejor herramienta para sacudirse prejuicios de encima. Antes hablaba de algunos barrios de Santo Domingo en los que hay que ir con precaución -también hablo de alguna anécdota sobre esto en un artículo de vivencias personales-, pero saliendo de la capital, he encontrado pintorescos pueblos, sencillos, pero en ningún caso peligroso.

Es más, la gente suele dibujar una sonrisa en su cara cuando tratas con ellos, además de mostrar una actitud muy hospitalaria. “Siempre a la orden” es su manera de decir “de nada”. El uso del lenguaje que se emplea en una determinada región suele dar información de las personas que viven en ella. El otro día un grupo de cuatro amigos íbamos explorando el noroeste del país, camino a Punta Rucia, para llegar a Cayo Arena, una maravilla natural de aguas cristalinas en medio del océano Atlántico.

Como he expresado en otras ocasiones, es tan importante, o más, el camino que el destino. En este camino, vimos un grupo de hombres sentados en unas sillas en la calle, cerca de un colmado, jugando al dominó y bebiendo cerveza. Nos sedujo el perico ripiao de fondo, género musical parecido al merengue pero más rápido, y esa paz con la que esos amigos disfrutaban de una plácida tarde de domingo, de modo que paramos el coche y bajamos a saludarlos. “Qué dominicana es esta escena” pensé. En seguida nos ofrecieron bebida y gallinas para comer. Así es el dominicano. “Yo vivo aquí delante, si necesitáis pasar la noche o cualquier cosa, esta es vuestra casa” nos dijo uno de ellos, llamado Aquiles, mientras nos señalaba su hogar al otro lado de la acera. Nos contó que durante años fue chofer de políticos y gente poderosa del país. Ahora tiene sus ahorros, y ha decidido volver donde creció. Prefiere la calma y la paz de su pueblo y de su gente. La magia de lo remoto es que suele ser auténtico.

 Hay muchas personas, rincones mágicos y características que, en mi opinión, hacen único a este país. No existe una versión absoluta de la realidad, pero podemos tratar de aproximarnos a ella. Viajar es la mejor forma de entender un lugar; pero para ello, es necesario tener la mente abierta, ser curioso, observar tu entorno y tener predisposición para cambiar tu opinión previa. De hecho, lo ideal es llegar sin demasiadas opiniones previas, como si tuvieras una hoja en blanco lista para ser llenada de experiencias, vivencias y aprendizajes. Esto es una utopía, porque formamos parte de un entorno que condiciona nuestras creencias y nos predispone a ver el mundo de una determinada manera, pero alejarse de ellas y formar las propias viajando, nos hace más libres.

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