El Jaragua no cae

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Crónica

Cabarete tiene una vibra especial. A pesar de ser un pueblo muy pequeño, que se desarrolla básicamente en su calle principal y su costa, nunca sabes las sorpresas que te puede deparar. Era un sábado por la tarde y mi pareja y yo tomábamos con nuestros amigos un Santo Libre, una variedad del clásico Cuba Libre, mientras nos deleitábamos con el mejor atardecer que he visto en mi vida. Concretamente nos encontrábamos en Perla Marina, una playa ideal para la práctica del surf que cuenta con un maravilloso restaurante ecofrendly en el que te puedes tumbar en una hamaca después de degustar su menú. Ahí conocimos a Natalie, una joven escritora que tiene muy claras sus raíces y que muestra un amor incondicional a su tierra.

Después de un buen rato de charla, decidimos ir todos al apartamento que habíamos alquilado para esa noche. También conocimos un chico que jura ser descendiente de un linaje de brujos, pero esa historia la dejaremos para otro día. El caso es que todos llegamos al apartamento y disfrutamos de enriquecedoras conversaciones acompañadas de música de todo tipo. Y precisamente de música es de lo que quiero hablar hoy. Empezó a sonar “Réquiem sobre el Jaragua” del mítico cantautor dominicano Juan Luís Guerra, uno de los mayores exponentes internacionales de los ritmos caribeños, especialmente la salsa, la bachata y, por supuesto, entre otros, el merengue .

Natalie me contó que el Jaragua fue un hotel de Santo Domingo que se convirtió en el principal escenario de celebración de fiestas y encuentros protagonizados por la alta sociedad dominicana e internacional durante décadas. Fundado en 1942, vivió su máximo esplendor durante los años 40 y principios de los 50, en plena época dictatorial de Trujillo, que buscaba abrir las puertas del país a todo el mundo impulsando el turismo y que, de paso, le sirviera como espacio en el que relacionarse con la burguesía del momento.

Durante esta época dorada del hotel, me cuenta Natalie, se dice que todo lo que pasaba en la ciudad, pasaba en el Jaragua. Más allá de ser el punto de encuentro social del momento en el país, el hotel también se convirtió en un icono por su valor a nivel estilístico. Es considerado un modelo de los principios estéticos del Movimiento Moderno en la arquitectura internacional. Impulsado por Guillermo González, conocido como el padre de la arquitectura moderna en República Dominicana, la iconicidad del Jaragua no solamente es debida a su importancia en la sociedad dominicana y su valor artístico, sino también por su peso cultural.

En concreto, instauró para siempre el merengue como música de salón. Este género musical, gran seña identitaria para los dominicanos, había echado sus raíces en el campo. Con la apertura del hotel y la llegada de encuentros formales entre celebridades, el merengue dejó de asociarse únicamente a una determinada condición social.

Creo que es positivo que este género se empezara a ver como patrimonio cultural de todos los dominicanos, sin distinciones de clases. Además, el merengue se puede considerar un reflejo de la multiculturalidad del país, ya que representa la combinación de influencias taínas, africanas y españolas. También representa el sufrimiento de la época de esclavitud y el coraje reprimido durante la época colonial.  A pesar de la sencillez en muchas de sus letras, Guerra a menudo ha aprovechado su música para involucrarse en distintos temas sociales. “Réquiem sobre el Jaragua” salió en 1985, coincidiendo con el proyecto de remodelación del Jaragua, en el que estaba previsto demoler el edificio. Fue por eso por lo que el cantante quiso reivindicar la importancia de preservar esta construcción, considerándola un monumento nacional y patrimonio histórico y cultural del país. Aún así, la demolición se llevó a cabo y el hotel actual, que pasó por otra remodelación en el 1999 como consecuencia del huracán George, no desprende la misma esencia que el original. Probablemente, en el momento de la demolición no se era consciente de lo que se estaba perdiendo con ello y, por desgracia, tanto la voz de protesta de Juan Luis Guerra en esta canción al grito de “el Jaragua no cae”, como las objeciones de arquitectos e ingenieros, no fueron escuchadas.

Aun así, el espíritu del Jaragua de alguna manera nunca se ha perdido. Aunque, actualmente, no haya ninguna institución tan representativa y emblemática de la cultura y la música dominicana, ese patrimonio identitario sigue igual de vivo. La música es una parte fundamental en la vida de los dominicanos. Se puede ver en cualquier rincón del país, ya sea en los bares y clubs de baile de ritmos caribeños, los colmados, las ferias, mercados y hasta en sus “teteos” en la calle al ritmo de música urbana. Cada domingo, el grupo Bonyé toca al aire libre frente las Ruinas de San Francisco, en la zona Colonial. Ahí, la gente instala sillas y mesas alrededor del grupo, dejando un espacio en el que se improvisa una pista de baile en la que se disfruta el son cubano, el merengue, la bolera y la salsa.

La música está en todas partes, en cada calle. Cerca del primer apartamento en el que viví en Santo Domingo, había un lavadero de coches. Adivinad. A todas horas sonaba música y en cualquier momento del día se podía transformar en un bar en el que la gente se ponía a charlar y a tomar algo. Ningún lugar es malo para charlar, beber y bailar para un dominicano. Sí, la música está presente en los momentos de ocio, obvio; pero también en los momentos complicados. Acompaña en cualquier escena de cotidianidad, ya sea en la cocina, en el coche, o allá a donde vaya el dominicano. La música es la banda sonora de sus vidas. Cualquier rincón de República Dominicana se convierte en un salón de baile cuando la música suena. A lo mejor el Jaragua cayó, pero su espíritu se mantendrá intacto para siempre en el alma de los dominicanos.

Cultura

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